“Cada siglo tiene su atmosfera de ideas.” José Martí
Por Daniel Efraín Raimundo
He pensado mucho en estos días al ver que en varios
supermercados se matan por 10 libras de azúcar; ver a unos jóvenes botando
alimentos para desafiar a las autoridades; a jovencitos que no saben dónde
tiene la cabeza puesta y desafían vía redes sociales a las autoridades que
mantienen en calma la ciudadanía. Es una
masificación atrofiadora. En estas situaciones las mejores cualidades
individuales se embotan y hasta desaparecen en el gran colectivismo urbano.
Muchos se han perdido en ese gran monstruo moderno de la multitud o la masa.
Tan absorbentes son los agregados sociales de todas clases en nuestra era de
los popis y urbana, que “en sociología, el concepto de grupo se ha llamado
concept clave. Otros se erigen en ser presidentes de la República desde sus
casas o desde su casaca política. Siendo un signo más atrofiadora de lo
esperado en estas circunstancias que nos aquejan a todos.
Yo me he quedado sorprendido ante la idea que el
hombre se ha vuelto pieza de máquina y se repite constantemente en muchas sociedades.
“Uno de los fenómenos sociológicos más trascendentes de nuestros días” —decía
Lucio Mendieta Núñez—es “que los grupos formados deliberadamente por los
hombres, tienden a organizarse de manera tan rigurosa, que llegan a ofrecer
fuertes semejanzas con los aparatos mecánicos.”
Cuando fuimos testigos del alboroto de la Plaza nos
dimos cuenta que nuestra sociedad está podrida. Cuanto más moderna sea una
sociedad, mas desaparecen los individuos en medio de una multitud muy
diversificada de grupos. Vimos allí la representación de una sociedad en
decadencia. Ingenieros, médicos, fotógrafos, maricones, lesbianas,
hermafroditos, desvergonzados, parásitos, narcotraficantes, carteristas,
asesinos, políticos con fachas de embusteros, periodistas fantoches, jovencitas
de 14 y 15 años con sus parejas hembras. Todo un desparpajo. En la plaza de
trabajo, la mayoría son números en grandes plantas, las que tampoco pertenecen
a los individuos, sino a sociedades anónimas. Muchos médicos son simples
empleados de mutualistas u organizaciones de abonados. Los productores son
afiliados a cooperativas. Los trabajadores contratan sus servicios mediante los
sindicatos gremiales. Los ciudadanos ejercen sus funciones cívicas a través de
partidos políticos, y cualquiera que necesita protección ha de ampararse,
necesariamente, a la sombra de algún grupo. NADIE ES ESPONTANEO COMO SE HA
QUERIDO VENDER LA IDEA. La persona, el individuo, es cada vez más débil y menos
indispensable: está más perdido en la gran masa. Los asuntos de importancia se
resuelven entre unos grupos y otros: los sindicatos y las cooperativas, etc.
Pronto el individuo no podrá siquiera dejar de ser
miembro de un sindicado o u colegio profesional, si desea ganarse la vida. En
todo caso, el hombre moderno está condenando a perder mucha de su dignidad
personal. A menudo, a fin de sobrevivir, muchos tienen que seguir siendo
miembros de agrupamientos que proceden en forma contraria a sus opiniones o
principios personales. Por ejemplo, católicos y evangélicos votando por el PRM
asociado a grupos lésbicos, homosexuales y proabortos. De esta manera, o se
hacen cínicos (como conozco a muchos cuantos) o viven atormentados por las
recriminaciones de su conciencia. Cualquier solución de este dilema comporta
una crisis espiritual, a menudo profunda. Lo peor es que suelen apoderarse de
esos grupos “no héroes que arrastran a las multitudes por sus hazañas o por su
talento, sino. . . personas sagaces que logran colocarse al frente de los
grandes mecanismos sociales y manejarlos.
Se ha iniciado en nuestra época —en el siglo de la
decadencia—“la era de la muchedumbre”, que son los que deciden todas las cosas.
La fuerza que para presionar tienen actualmente las masas populares “es una de
las características más salientes de nuestra época”, pero “las muchedumbres
inconscientes” . . . sólo tienen poder para destruir”. Por tal razón, la
masificación actual suele considerarse como uno de los signos más evidentes de
decadencia. Actúan las muchedumbres sobre la civilización —al decir de Le Bon—
“como esos microorganismos que activan la disolución de los cuerpos debilitados
o muertos”.
A pesar de su gran poder, que decide a menudo el
rumbo de la sociedad, la masa es irresponsable, y tienen una mentalidad
nivelada de niño algunas veces comparadas con la de los animales también. Hasta
ha surgido en tiempos modernos el “delito de muchedumbre”. En virtud de ese
concepto, las ofensas de un individuo pueden verse atenuadas si se prueba que
actuó bajo la influencia psíquica de la muchedumbre.
Para colmo, la prensa, la radio y la televisión son
agencias allanadoras de la mentalidad colectiva. Sea Bocina, fonógrafo,
trompetilla o alcahuetes. El individuo ya no puede pensar por sí mismo, pues
tiende a saber sólo lo que esos gigantescos medios de comunicación resuelven
informar, y compra y decide según orientan los magnates de la publicidad. La
abdicación del yo es necesaria para estos energúmenos sociales que han hecho de
los seres humanos una colectividad podrida y sumisa. Ahí están los ejemplos de
las tiranías de Cuba y Venezuela para no ir tan lejos.
La deshumanización se nota hasta en el arte moderno
que suele tratar de excluir al hombre. En la más reciente exposición de arte en
“Bellas Artes” se dio rienda suelta al lesbianismo consagrado a las visiones
espectaculares que bajo la influencia de la droga y el alcohol ahora se vive.
Muchos de esos movimientos artísticos contemporáneos se esfuerzan por
prescindir de elementos humanos. Así esperan perfeccionar sus creaciones al
hacerlas más puras e irreales. Famosa se hizo la obra La deshumanización del
arte, en que el gran filósofo español José Ortega y Gasset explica esta
tendencia.
Este mundo tiene que regresar a su estado prístino
si gusta continuar viviendo. Hay que reestudiar a Mariano de Cavia, regresar a
la Generación del 98, que promueve la renovación de valores con el nuevo siglo,
Unamuno, Valle Inclán, Azorín, Baroja, Benamente, Juan Ramon Jiménez, los
Machados y Ramiro de Maeztu.
En medio de esta crisis les dejo con otro
pensamiento martiano, “pecan los pueblos cuando se azuzan el odio, y cuando
olvidan el honor.”
El que tenga oídos para oír que oiga
por la paz, Desde el Nido del Águila
©Daniel Efraín Raimundo. Marzo 2020.