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Ala Jaza ante la solemnidad de la muerte
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Ala Jaza ante la solemnidad de la muerte

Por Virgilio López Azuán

Un revuelo en los medios de comunicación y una parte de la sociedad causó el comentario que hiciera el artista urbano Ala Jaza a raíz de la muerte del afamado merenguero dominicano Johnny Ventura. Estas fueron sus palabras: Ya, suéltenme en banda con eso de Johnny, que Dios lo tenga en la gloria, todo bien no hay problema, pero yo no puedo amargarme la vida, ya yo di el pésame (a los familiares)… ¿Qué hago, me tranco en una habitación allí? ¿Qué es lo que quieren?”. Pocas veces un artista ha sido atacado de esa manera por comentario alguno. No importó que él grabara varios videos pidiendo perdón a la sociedad, algunas estaciones de radio anunciaron que sacarían de su programación sus producciones, se le clausuró su cuenta personal de Instagram y algunas fiestas pautadas fueron suspendidas.

            Para analizar el fenómeno no debe reducirse  solo a un par de argumentos, porque en él se conjuga una serie de factores que no deben eludirse para provocar una aproximación. ¡Claro! Esa manera de expresión del artista y esa reacción natural de crítica a las mismas tienen sus orígenes por el estado del pensamiento actual que se tiene hacia la muerte y la dinámica de los lenguajes utilizados en este tiempo. Para ello, no debe olvidarse el cambio de los comportamientos de humanos, la desacralización de las cosas, los contextos geográficos, la pérdida o cambio de solemnidades y la personalización del yo.  Unos textos de referencia son el ensayo “El hombre y la muerte de Edgar Morín (1974),  “La historia de la muerte en Occidente, desde la Edad Media hasta nuestros días” de Philippe Ariès, (1975), la cual ha sido reeditada varias veces, “El hombre ante la muerte” de  Philippe Ariès (2011); obra fundamental de este autor,  y “Morir en la Edad Media” (2019) de Emilio Mitre, los cuales estudian el fenómeno de la muerte visto en su evolución histórica, la asunción y actuaciones del que muere y la demás personas del entorno. Se analizan los aspectos relevantes del tema de la muerte como la sepultura, el testamento, la doctrina canónica, la legislación… No es lo mismo el concepto de la muerte en Occidente que en otras culturas, sin embargo, existe ese sentimiento natural desde tiempos inmemoriales del misterio y  la solemnidad que son  atribuidos a ese acto. No es lo mismo el trato del cristianismo al tema de la muerte que lo expresado en religiones africanas. 

Las concepciones de la misma varían según los tiempos, culturas, creencias, religiones civilizaciones… La muerte en los imperios antiguos de Egipto, China, Roma, Grecia, era un tema central dentro de su sistema de creencias. Muchos pensadores, filósofos, estetas, místicos, metafísicos, presentan su consideraciones ante el acto de la muerte, no solo en el in extremis, sino antes y después del acto mismo. Todo un sistema de actitudes, creencias y formas, que incluyen la posición del que “a de partir” y la de los otros, los familiares, los del entorno. Cómo se prepara y cómo quiere ser recordado el difunto, esto tiene un alto sentido de importancia para “quien se va”. Y para los otros, el drama de la partida de un ser querido o conocido congrega sentimientos de dolor, pena, triunfo espiritual, tragedia, pesar, según las concepciones de la muerte. No es igual para el moribundo que al momento de la consumación, su pensamiento es que va hacia un lugar donde no hay nada después, o que más allá está la nada, o el que piensa en un lugar de tránsito hacia otra vida. Así desde antiguas culturas todo el contexto de la muerte, lleno de ritos, hechizos, ideologías, solemnidades, liturgia, supersticiones, trascendencia y consumación conforma un marco donde cabe lo divino, lo sublime, lo temporal, lo eterno y hasta lo siniestro. Sobre ello las culturas humanas se expresan.

Hay muchas referencias de la actitud ante la muerte como lo fue el caso citado por Mitré (2004) que alude a San Francisco de Asís que “informado por el médico de la gravedad de su situación levantó sus manos hacia el cielo con gran devoción y reverencia,  exclamó con inmenso gozo interior: “Bienaventurada se mi hermana la muerte”, mientras otros le temen a terror. Pero qué decir del concepto de la muerte de Jean Paul Sartre, Rainel María Rilke, Martin Heidegger, San Agustín, Santa Teresa de Jesús, entre tantos. Unos lo ven desde la filosofía, otros desde la religión y otros desde la estética. Por ejemplo el de Santa Teresa de Jesús, expresada poéticamente con sentido esencialmente místico: “¡Ay que larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros, / esta cárcel y estos hierros / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida / me causa un dolor tan fiero, / que muero porque no muero”.

¿Las reacciones en contra de las declaraciones de Ala Jaza estaban dirigida principalmente por el respeto que se le “debe” tener a la muerte según nuestra cultura? O ¿fue por la persona que falleciera? Ambas. El concepto de lo sagrado ha venido perdiendo espacio desde la época de la impronta modernista y mucho más en el posmodernismo con sus variantes hiper. Se ha dicho, lo sagrado pierde sacralidad en tantos. Se expresan especies de rebeldías, incluso algunas sin causa. Por tomar solo un caso: la artista del genero Urbano merenguero Tokischa posó semidesnuda ante un altar, lo que ha provocado su sometimiento a la justicia. Se aprecia este acto como burla a lo sagrado, como profanación, irrespeto… La actitud de la artista contrasta con el canon establecido en la sociedad dominicana de respeto a los símbolos religiosos. Pero ese acto no es más que producto de los cambios en los comportamientos de los humanos dentro del esquema posmoderno.

Con Ala Jaza, gran parte de la población censuró su comentario, no estamos acostumbrados a esa actitud frente a la solemnidad de la muerte, mucho menos ante la figura de quien fallece, en este caso un ícono del pensamiento de identidad y cultura del pueblo dominicano como lo fue Johnny Ventura. Tuvo más repercusión, por el contexto en que se vive en la sociedad actual, donde “el aleteo de una mariposa puede provocar un terremoto”, donde los mecanismos de difusión masiva y su manejo, en menos de una hora al comentario lo convirtieron en una noticia de dominio general. Si se analiza entre líneas la opinión del artista urbano, cada vocablo, cada frase retrata una parte importante del lenguaje propio de esa generación que se desarrolla en su contexto. Casi siempre esto se hace de forma automática y después poniendo las palabras sobre el contexto lingüístico que tenemos como modelo, influenciado por las creencias, las religiones, los valores, los principios que ya hemos creado, se experimenta una ruptura, y es ahí donde se crea un cultivo apropiado para las críticas al artista.

Ahora bien, esas declaraciones ¿están bien o están mal? Seguro que responderán que están muy malas. Es ahí donde entran los principios éticos, los valores, los modelos y los paradigmas que nos sustentan hasta este momento. A pesar de que la sociedad posmoderna tiene además estos giros actitudinales, los esquemas no se han roto en el imaginario colectivo, en la construcción colectiva del ser social. Reiteramos, esas declaraciones no son necesariamente producidas bajo un pensamiento premeditado, ni sobre un sentimiento de esencia. Es producto de la fiebre del tiempo, de la visión de una nueva realidad que va develizando ante los ojos el vació de expresión, de la ruptura del pensamiento elaborado, producto de las emergencias de una locución de escasa complejidad. Aquí podría estar influenciando la escala educacional del individuo, la jerarquización social y educacional,  el culto a la personalización y el uso de los espacios de libertad mental que se utiliza.

La solemnidad ante la  muerte  y el respeto al legado de esa figura portentosa que fue Johnny Ventura se combinaron para que muchas personas expresen su desagrado. Por suerte el hijo del merenguero Jandy Ventura dando muestra de grandeza, en el mismo velatorio, tuvo palabras de elogios y perdón por parte de la familia al artista urbano, el cual, según algunos analistas, este joven debió pasar horas muy amargas de arrepentimiento por haberse expresado de esa manera. Cargó con todo el reproche de amplios sectores de la población.

Se evidencia, no solo por este caso, que la concepción de la muerte en nuestro contexto, influenciado por la cultura norteamericana y europea, viene cambiando. Y precisamente, más de cuatro décadas atrás, Johnny Ventura por medio de sus canciones y su ritmo contribuyó con ese cambio. Él quería a un pueblo que bailara, que gozara, que disfrutara de la vida. Su vida era alegre, era “una industria nacional de la alegría”. La muerte no debía ser un acto que nos eclipsara, que nos derrumbara; que tendiera sombras permanentes en el alma en duelos duraderos. Por solo mencionar dos ejemplos  Johnny cantaba y bailaba: “Cuando yo me muera / que yo no quiero flore / que todito beban / y que nadie llore…”, “Que cuando yo me muera denme sepultura / con el Combo Show De Johnny Ventura, / cuando yo me muera no me dejen acostao’ /mi último deseo es que me entierren parao’ (Pa´ seguí bailando)”. O aquellas letras del merengue La muerte de Martín, “Ay! Pobrecito Martín / tan bueno que era…/ Martín estaba más flaco que el pianista, ay!…”,  “Aaaay, Martincito/ tan bueno que era. / Martín estaba tan flaco/ que se acostaba en una aguja/ y se arropaba con una hebra de hilo”, en ambos casos se satiriza la muerte, se le cambia el rostro de sombrío a alegre. O sea, que las maneras de concebir este fenómeno es muy variable.

En fin, Ala Jaza y Tokischa no debe cargar de por vida con el peso de los males de este estadio social en que se desarrolla la vida. Lo de él no son más que signos de las expresiones de este tiempo en una parte de la generación que viene subiendo, que algunos llaman “la generación de cristal”, la cual debe ser observada y analizada como fenómeno social para que no se quede como una náusea existencial.

El autor es experto en educación, lingüística y estudios afroiberamericanos.

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