Por Luis Chito Naut
Resulta emocionante hablar de cómo tuvo su origen la Universidad Tecnológica del Sur, UTESUR, un proyecto que ha avanzado, pese a los contratiempos, dejando escuchar de vez en cuando profundos suspiros de satisfacción.
¿Quiénes tienen que ver para que este sueño hecho realidad arrancara a partir de nada? Veamos…
Antony Campolo, un educador norteamericano y ministro cristiano, decano de una universidad de Pensilvania, llegó al país en los finales del decenio de los sesenta con la idea de fundar una universidad de naturaleza evangélica, en su condición de cabeza de la “Asociación Evangélica para la Promoción de la Educación en América Latina”, de Philadelfia -Campolo llegó a ser más tarde consejero espiritual del presidente Bill Clinton y de su esposa-.
Con ese propósito, lo primero que hizo en nuestro país fue constatar a algunas personalidades del mundo evangélico, que estaban vinculadas con la educación. Se reunió con Julio Rodríguez, José Postigo, Elías Santana, Alfonso Lockuard, Sócrates Pérez y quien escribe. Recuerdo que formamos un comité gestor, presidido por Julio Rodríguez, con José Postigo como director ejecutivo, y Luis Naut como tesorero. Este grupo, encabezado siempre por el doctor Campolo, intentó crear la universidad evangélica en San Pedro de Macorís, porque en esa ciudad existía un local apropiado, el antiguo hospital Georges, y además tenía unos equipos que habían quedado sin uso, traídos por el gobierno de Juan Bosch, para una escuela laboral, y el proyecto se había quedado estancado.
En busca de ese objetivo, se hizo una reunión en el palacio municipal de San Pedro de Macorís, para vender el proyecto a la sociedad petromacorisana. Estuvo presente allí el doctor José Hazim padre, quien aún no tenía en la mano su proyecto de Universidad Central del Este, UCE.
Hubo muchos inconvenientes, porque las condiciones no estaban dadas para que esta idea cuajara en San Pedro de Macorís. Entonces, hubo un intento de crear la Universidad Evangélica en Santo Domingo, en unos terrenos propiedad de la Asociación de Templos Evangélicos, Inc., que estaba en disposición de ofrecerlos para este fin. Esto no tuvo éxito tampoco, porque, al lado de esos terrenos estaba la propiedad de un general, entonces secretario de las Fuerzas Armadas, que puso todos los impedimentos para que una institución de ese tipo se fundara cerca de su casa.
Esto fue aprovechado por Manuel Estrada Medina, Administrador de Auxilios y Viviendas, quien expropió la mayor parte de esos terrenos para hacer un barrio, y a cambio, le dieron a la Asociación de Templos Evangélicos unos terrenos en la Francisco Henríquez y Carvajal con Tejada Florentino, en Villa Consuelo. Éste fue, sin dudas, otro obstáculo. Para entonces, el proyecto de universidad evangélica tenía sus oficinas en el tercer piso de la Cafetería Barra Payán, calle 30 de marzo con San Juan Bosco. Y al fracasar la idea, el local y parte del mobiliario de oficina para el proyecto se le donaron a una pensión de estudiantes universitarios azuanos, en la cual residían, entre otros, Guillermo Díaz, Radhamés Pinales, Leo Reyes, Ife Ramos e Hyde Cuevas. Eso, definitivamente, vinculó a Campolo con Azua.
Unos meses después, llegó a Azua, con el sueño de crear una universidad familiar, el pastor Miguel Vidal, quien contactó a Dominicana Pérez de Martínez, Mirian Oviedo, Rafael Cuello Brito, Altagracia Milagros Garrido, Nelson Antonio Gómez, Pedro María Pérez Rossó, Julio Caraballo, Ramón Báez Pimentel, ocoeño que era Inspector de Educación en Azua, y el gobernador, Plinio Nelson Pérez Jiménez, vinculado con la iglesia evangélica de Azua. La mayoría de ellos formó parte del comité gestor pro universidad. Este grupo de gestores comenzó a hacer pinitos vendiendo la idea de este proyecto, llegaron también a hacer gestiones en Santo Domingo, en donde se reunieron con la Directiva de la Asociación de Azuanos en Santo Domingo, en la casa de Cristian Ciccone, en la cual también participó el doctor Arístides Estrada, con la idea de conquistar para el propósito a este prominente munícipe.
Los primeros que no creyeron en esta idea -porque en lo nuevo casi nunca se cree en la primera intención-, fueron algunas figuras importantes de Azua. Debió pasar mucho tiempo para convencer a esa gente, la cual fue cambiando su punto de vista gracias a la persistencia de los fundadores de la universidad.
La casa de estudios universitarios comenzó casi de inmediato a impartir docencia, en el año 1979, pero antes se creó, con estos fines, la Fundación de Desarrollo de Azua, instrumento jurídico que serviría de apoyo, de “paraguas”, para que se encargara de la gestación del proyecto. En la dirección quedó ese mismo grupo de gestores originales. Se creó, por recomendación de la recién creada institución, el primer consejo, que se llamó al principio Junta de Directores, y que estuvo integrado de la siguiente manera: Don Juan Valerio Sánchez Féliz, Presidente; Lic. Altagracia Milagros Garrido Mañón, Vice-Presidenta; Don Nelson Antonio Gómez, Secretario; doctora Dilania A. Pelletier de Moquete, Tesorera; Dr. Gregorio Peguero Solano, Primer Vocal; Don Dagoberto Rodríguez, Gerente del Royal Bank, Vocal; Don Plinio Nelson Pérez Jiménez, Vocal; Don Justán Hernán Matos Féliz, Vocal; y Lic. Robert L. Jones, Asesor. A este consejo se agregó luego el ingeniero Teófilo Vílchez.
Esta gente constituyó por muchos años el pilar de sustentación de la entidad, con muy pocas modificaciones.
Se impartió docencia en el Colegio Evangélico 19 de marzo, sin el reconocimiento correspondiente, con el nombramiento como Rector del doctor Arístides Estrada, uno de los hombres de mayor prestigio y capacidad en la comunidad, el cual comenzó a laborar de manera voluntaria, sin sueldo. Al centro de estudios superiores se le dio el nombre de “Universidad Tecnológica del Sur”, UTESUR, debido a que en esos tiempos se habían creado en el país varios centros tecnológicos, es decir, ésa era la moda. En plena gestión de siembra y fortalecimiento de la institución, se contó con Juan Valerio Sánchez, quien, con una pasión extraordinaria, asumió el papel de levantamiento de fondos para pagar los exiguos costos que generaba la universidad. También se destacó en este período la profesora Dilania Féliz, tocando puertas sin descanso, frente a todo el que entendía que podría apoyar económicamente a la naciente institución, con lo que fuera. El papel que jugaron Dominicana Pérez y Mirian Oviedo en lo académico, y la incorporación para entonces de Milagros Garrido y Mercedes Eudosia Ortiz -a pesar de las diferencias que hubo entre algunas de ellas-, ayudó sobremanera al proyecto, por la capacidad en materia educativa que tenían estas damas.
Entonces, el grupo gestor de la universidad evangélica se acercó de nuevo a Antony Campolo, y le informó sobre esta naciente institución educativa de Azua, y éste, de inmediato, trajo a Robert Jones, norteamericano también, para asesorar el proyecto, más una ayuda significativa de 90 mil dólares, que consiguió a través del Rotary Intencional, en su condición de rotario y gracias al prestigio que tenía. Este dinero era para invertirlo en el crecimiento de la universidad. Jones se metió de lleno en la elaboración de los planes de desarrollo. Duró más de un año en esas gestiones.
El primer local alquilado, de operaciones, estuvo ubicado en la casa de Tilín Méndez, calle Duarte, frente al hotel de Doña Tatá. Ahí se crearon los primeros sistemas administrativos y financieros de la universidad, cuya ejecución estaba a cargo de la licenciada Lucía Rossó, hija de Jesús Rossó. Después se trasladó a la calle Emilio Prud´Homme esquina Colón, donde operó también el Banco Nova Scotia. Guillermo Díaz fue uno de los primeros académicos que se trasladó desde Santo Domingo hasta Azua, para impartir docencia, completando así el staff de profesores de Azua, que en muchas ocasiones no cobraba sus pequeños emolumentos, destacándose entre ellos Ángel Bienvenido Jiménez y Francisco Capano Milanese.
La Universidad Tecnológica del Sur, UTESUR, fue autorizada para impartir docencia por medio del decreto 1793, de fecha 9 de febrero de 1984. En materia de planta física, el salto más importante se da con la donación del hospital viejo, el de la Avenida Enriquillo, por parte del presidente Joaquín Balaguer, que estaba ocupado en ese momento por damnificados del ciclón David y de otros fenómenos.
En esa gestión de adquisición de ese local se destacó el grito de solicitud que le hizo Milagros Garrido al presidente, en Elías piña, en una manifestación política, también contribuyó con ello el hecho de que era gobernador de Azua Mariano De los Santos Guzmán, y, además, la influencia de Carlos Eligio Linares, el Director de Bienes Nacionales, alto funcionario del Partido Reformista y amigo de Balaguer. Debemos destacar, en los primeros años de vida académica de la universidad, la rectoría de Pedro Ramón Vásquez, llevado por Valerio Sánchez, pues Vásquez lo hizo tomándose esto tan a pecho como si fuera un asunto de su propiedad, y ejerció un apostolado en los primeros años de la universidad.
Otra persona que merece ser mencionada es la licenciada Atenea Matos González, Rectora que administró una crisis, y lo hizo bien. Durante el período consecutivo, en diferentes crisis, Milagros Garrido, en compañía de Valerio Sánchez, mantuvieron la nave a flote. Alguien que no se puede quedar en esta apretada reseña es la licenciada Josefa Navarro, pues, si hoy en día la universidad ocupa un lugar tan importante, en mucho es gracias al fortalecimiento académico y a la estabilidad económica que ha logrado en su gestión, teniendo ya una población que sobrepasa los tres mil estudiantes.
En fin, la UTESUR ha sobrevivido a los malos tiempos, lo cual le ha servido como experiencia para alcanzar el nivel que hoy tiene.
Luis Naut, Economista, Rector de la Universidad Tecnológica del Sur, 1998-2002.
Monter Río-Azua, R.D.
20 de febrero 2015