Tengo los deseos de leer estudios críticos realizados a la reciente literatura dominicana. Me canso de leer opiniones sobre libros, principalmente de poemas, donde el que escribe se escuda en la libertad interpretativa del texto para escribir “cosas” con asombrosas absurdidades, sin el rigor estructural del discurso, con planteamientos de alabanzas o descalificación del autor y la obra.
Las publicaciones de libros en República Dominicana, tema que merece un análisis aparte, se ha incrementado en las últimas décadas, aunque en relación con otros países de condiciones socioeconómicas y culturales parecidas, les llevan la delantera en la cantidad publicada. Pero el estudio de estas publicaciones en el país es casi nulo. Considero que una opinión planteada sin criterio de análisis en profundidad, que no plantee una mirada diferente del texto estudiado, es el ejercicio de un facilísimo imperdonable.
La palabra crítica es derivada de criterio, pero se manipula la libertad de criterio con la omisión de la filosofía de la lengua y el lenguaje, o de otros puntos de análisis. No basta tal o cual opinión sobre un texto, no es suficiente ni siquiera describir las luces y las sombras del lenguaje o la lengua, debe haber en los escritos una propuesta innovadora, no el esparcimiento de los ecos propio de teorías superadas. Y es ahí donde aprecio la escasez de esos planteamientos en múltiples opiniones escritas, incluyendo de consagrados escritores dominicanos.
A veces reflexiono sobre cómo Jacques Derrida deconstruyó el pensamiento de Ferdinand de Saussure en cuanto a los conceptos de significante y significado, como él plantea que “En el texto está lo que está y la huella de lo que no está” y de que “No existe nada fuera del texto”, y sobre todo, como este estudioso justifica sus planteamientos. Independientemente de su posición ante esta teoría, Derrida ha puesto a pensar a muchos filósofos del lenguaje. A eso me refiero, a provocar otras miradas en la búsqueda de la verdad. Ya estoy leyendo pocos análisis de libros presentados en los periódicos, salvo escasas excepciones y firmas altamente ponderadas.
Lo que nos ocupa es destacar precisamente la necesidad de reflexionar sobre ese mundo literario nuestro, impactado por el tiempo actual. Reflexionar y proponer, porque toda filosofía, ética estética, y todo constructo del pensamiento debe estar basado en su tiempo.