Por Axel van Trotsenburg Director gerente de Operaciones del Banco Mundial
El mundo ya ha enfrentado por un año completo la pandemia de COVID-19, tanto la emergencia sanitaria como la crisis económica mundial que ha generado. Los impactos han afectado a todas las personas en todos los países, provocando enfermedad y muerte, alterando los medios de subsistencia y posiblemente empujando a unos 150 millones de personas más a la pobreza extrema en todo el mundo para finales de 2021. Y si bien el rápido desarrollo de las vacunas nos ofrece a todos cierta esperanza, sabemos que la pandemia seguirá dominando nuestras vidas en 2021.
Aunque estamos lejos del final de esta crisis, vale la pena echar un vistazo a la situación actual y lo que debe ocurrir próximamente. Hace poco, participé en un panel del Development Podcast (i) del Banco Mundial, que se organizó para hacer un balance de los primeros avances y los retos actuales en la respuesta mundial al coronavirus. Me gustaría compartir algunas conclusiones de ese debate.
Una enseñanza fundamental que el Grupo Banco Mundial puede extraer de la primera fase de la respuesta es que debemos ser rápidos y decisivos al momento de proporcionar ayuda de gran magnitud a nuestros clientes en los países en desarrollo. El Banco Mundial ha superado este desafío en el último año. El financiamiento de nuestros programas, normalmente en el rango de USD 42 000 millones anuales, aumentó a USD 71 000 millones el año pasado. Hemos implementado operaciones específicas relacionadas con la COVID-19 por valor de USD 25 000 millones. También hemos aumentado nuestro apoyo a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), nuestro fondo para los países más pobres, que opera en ciclos de tres años. Y muchos proyectos existentes del Banco Mundial han sido reestructurados para respaldar la respuesta a la pandemia.
«El Grupo Banco Mundial y muchas otras organizaciones se han comprometido a hacer todo lo posible para que las nuevas vacunas lleguen a la población de los países en desarrollo»
Pero las necesidades son mucho mayores en los países de ingreso bajo y mediano a medida que enfrentan la COVID-19 y se preparan para la fase de recuperación. En los países industrializados, los paquetes de estímulo han representado entre el 15 % y el 20 % del PIB, mientras que en los mercados emergentes, más del 6 % y en los países más pobres, menos del 2 %. Para proporcionar a estos países la gran ayuda que necesitan, el Grupo Banco Mundial requerirá nuevos recursos sustanciales, incluidos fondos aportados por la comunidad de donantes.
Desde mayo de 2020, también hemos estado asistiendo a los países más pobres a través de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI), en asociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo de los Veinte (G-20). De esta manera se están liberando recursos importantes para los Gobiernos, para que puedan combatir mejor el virus y, al mismo tiempo, mantener en funcionamiento otros servicios críticos. Pero reconocemos que esto es solo un comienzo, porque muchos acreedores, en particular los acreedores privados, no están participando en dicha iniciativa.
La DSSI ha puesto de relieve una preocupación más fundamental: esta crisis mundial demanda más solidaridad y más acción a nivel internacional. Dado que la pandemia afecta a todos los países simultáneamente, existe el riesgo de que los más ricos se sigan centrando en su propia crisis y recuperación. Esto quizás es comprensible, ya que cada Gobierno es responsable ante su propio pueblo. Pero aumenta las probabilidades que los países más pobres se queden atrás.
Las vacunas contra la COVID-19 ilustran este riesgo muy claramente. El Grupo Banco Mundial y muchas otras organizaciones se han comprometido a hacer todo lo posible para que las nuevas vacunas lleguen a la población de los países en desarrollo. Ello incluye el uso de COVAX, un mecanismo establecido por la comunidad internacional para garantizar un acceso global y equitativo a las vacunas contra las principales enfermedades infecciosas. Sin embargo, en esta etapa temprana, los países industrializados han comprado la mayor parte del suministro de las vacunas contra la COVID-19, dejando a los países en desarrollo con una cobertura insuficiente.
Si bien la distribución de las vacunas es ahora tan urgente como la propia emergencia sanitaria, también debemos abordar los impactos de la pandemia que podrían afectar a los países en desarrollo a largo plazo. Un buen ejemplo es la educación: la COVID-19 impide a los niños ir la escuela en todo el mundo, y obliga a utilizar el aprendizaje a distancia que aumenta las desigualdades entre aquellos que no pueden acceder a este tipo de enseñanza. La situación podría durar dos o incluso tres años, y hay pruebas de que menos niños regresan a las escuelas en los lugares donde estas han reabierto. Por eso, no es exagerado decir que el mundo corre el riesgo de perder una generación, ya que las pérdidas de aprendizaje de los jóvenes reducen su potencial de ingresos a largo plazo y disminuyen la productividad económica durante las próximas décadas.
Con desafíos tan inmensos, ¿dónde deben centrar sus esfuerzos el Grupo Banco Mundial y los países asociados en el futuro? ¿Qué ofrece la mayor esperanza para una recuperación sostenible? En el largo camino por recorrer, los países en desarrollo tienen algunas oportunidades de reflexionar de manera diferente sobre sus economías a medida que se recuperan. Esto incluye políticas y reformas que amplían la participación económica, que aprovechan la tecnología para una prestación de servicios esenciales más sólida e inclusiva —entre ellos, la salud, la educación y la protección social—, y que facilitan la colaboración entre los sectores público y privado para alcanzar los objetivos de desarrollo. Los esfuerzos de recuperación también pueden promover los compromisos climáticos de los países, con la creación de más empleos en nuevos sectores más ecológicos.
Los países en desarrollo son los más vulnerables en esta crisis mundial y enfrentan el camino hacia la recuperación más arduo. El Grupo Banco Mundial mantiene su compromiso de ayudarlos a obtener los recursos financieros y el apoyo internacional continuo que necesitarán en el futuro. Estamos todos juntos en esto, y sigo siendo optimista de que veremos una mejora real en muchos países durante 2021.
Axel van Trotsenburg Director gerente de Operaciones del Banco Mundial
Axel van Trotsenburg es el director gerente de Operaciones del Banco Mundial. En esta función, que asumió el 1 octubre de 2019, el Sr. van Trotsenburg supervisa el programa de operaciones del Banco y se asegura de que el modelo de prestación de servicios institucionales siga respondiendo a las necesidades de los países clientes. Asimismo, reúne apoyo y moviliza recursos financieros dentro de la comunidad internacional para las iniciativas de asistencia a países de ingreso mediano y bajo.
El Sr. van Trotsenburg aporta una vasta experiencia en operaciones y finanzas a nivel regional, ya que es el funcionario del Banco con más años en puestos de vicepresidente: dos en el ámbito de las finanzas y dos en el de operaciones. Posee doble nacionalidad: holandesa y austríaca. Del 2 al 30 de septiembre de 2019, se desempeñó como director general interino del Banco Mundial. Anteriormente, desde febrero del mismo año, había ocupado el cargo de vicepresidente para América Latina y el Caribe. Como tal, tuvo bajo su responsabilidad las relaciones del Banco con 31 países de la región y supervisó una cartera de proyectos en curso, asistencia técnica y donaciones por un valor superior a USD 30 000 millones.
Desde 2016 hasta enero de 2019, se desempeñó como vicepresidente de Financiamiento para el Desarrollo del Banco Mundial, puesto desde el que supervisó la movilización estratégica de recursos, y fue responsable de la dirección y la reposición de los recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), la mayor fuente de financiamiento en condiciones concesionarias para los países más pobres del mundo. Ha conducido las negociaciones de políticas y el proceso de dos rondas de reposición de recursos de la AIF, que juntas movilizaron un monto sin precedentes de USD 125 000 millones: USD 50 000 millones en 2010, como parte de la decimosexta reposición (AIF-16), y USD 75 000 millones en 2016, para la AIF-18. Bajo su liderazgo, por primera vez, la AIF potenció su capital al combinar las contribuciones de los donantes con recursos internos y fondos obtenidos en los mercados de deuda.
Asimismo, supervisó las finanzas institucionales del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Encabezó, junto con otras autoridades, los esfuerzos del Grupo Banco Mundial para obtener un aumento de capital, que dio lugar a que en abril de 2018 los accionistas respaldaran un paquete de capital transformador, incluido un incremento del capital del BIRF por valor de USD 60 000 millones. Además, copresidió las negociaciones de reposición del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), (i) que concluyeron satisfactoriamente en abril de 2018, y fue el responsable de llevar adelante una cartera de fondos fiduciarios por valor de miles de millones de dólares.
Además de esta experiencia en gestión de las finanzas del Banco Mundial, ha adquirido amplios conocimientos relativos a operaciones en los países y gestión de programas regionales, incluso en África. Entre 2013 y 2016, antes de ocupar el cargo de vicepresidente de Financiamiento para el Desarrollo, ocupó el cargo de vicepresidente de la Oficina Regional de Asia Oriental y el Pacífico. Entre 2009 y 2013, se desempeñó como vicepresidente de Movilización de Financiamiento en Condiciones Concesionarias y Asociaciones Mundiales.
De julio de 2007 a julio de 2009, fue director a cargo de las operaciones de Colombia y México, y de 2002 a julio de 2007 fue director de las operaciones en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Entre 1996 y 2001, se desempeñó como gerente superior de la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados, el programa más amplio e integrador de alivio de la deuda para países pobres. En dicha función, fue responsable, junto con sus contrapartes del Fondo Monetario Internacional (FMI), del diseño del marco para el alivio de la deuda y del otorgamiento de paquetes de ayuda a 20 países por un valor cercano a los USD 30 000 millones. Al inicio de su carrera en el Banco, ocupó los cargos de economista superior en Côte d’Ivoire y economista en Guatemala.
Antes de ingresar al Banco Mundial, el Sr. van Trotsenburg trabajó en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en París. Sus acreditaciones académicas incluyen una maestría y un doctorado en Economía y una maestría en Asuntos Internacionales. Está casado y tiene dos hijos.